FinePix E-500 1/250 seg. f/6,4
Como en tantas ocasiones, tantos días, horas, que paso al volarte. Absorto la mayoría de las veces en medios pensamientos y alguna que otra duda.
Viajo y veo cambiar el paisaje, cada día es diferente. Es diferente su luz, diferente el momento, la circunstancia. No hay dos viajes iguales, aunque pase por la misma carretera. Y lo dejo todo atrás, a velocidad de autovía. Paso por pueblos y por campos. Llego a cruces y decido.
Un día, me detengo brevemente en un lugar. Hoy es en Santander, mañana en Salamanca... Estoy fuera de casa. Durante el viaje estoy sometido a la sutil fuerza de no pertenecer a nada.
Claro que ésta idea romántica tiene una doble lectura. La ventaja de hacer y decidir conforme a un criterio que sólo yo dispongo. Semana tras semana, recorro y absorbo todo por donde paso. Voy engordando con aquello que se queda prendido en mí. Es un aprendizaje nada académico de flases inconexos, con imágenes, noticias, conversaciones, plazas y calles de cada lugar. Luego tengo que intentar convivir con ese personaje, esparcido y denso. Un alguien hinflado que mantiene, por ese hilo invisible de ondas, a través del manos libres, el contacto con su casa. El punto de apoyo real y necesario.