En la provincia de Huesca, cerca del Pirineo, existen una serie de formaciones rocosas con apariencia de castillos defensivos que son un privilegio de la naturaleza. La erosión ha esculpido diseños caprichosos en estos antiguos conglomerados de sedimentos fluviales, formando un repertorio de monolitos, agujas y murallas con unas dimensiones que impresionan desde lejos. La zona puede disfrutarse caminando por distintos senderos, aunque si lo que queremos es coronar las cimas de éstas moles, será necesario prepararnos concienzudamente en las artes de la escalada, porque salvo alguna excepción, no hay otro modo de llegar que trepando por sus paredes, y superar desniveles entre 300 y 500 mts.
Son los mallos de Riglos, Agüero, Peña Ruaba, Salto de Roldán y de Vadiello. Algunas de ellos pueden divisarse desde kilómetros de distancia, sobre todo al atardecer, cuando sus caras enrojecen por el efecto del sol.
Como fotógrafo y amante de la naturaleza, tengo una cita pendiente con los mallos, un acuerdo tácito con estos centinelas del Pirineo, con las murallas de rocas grises y encarnadas, sus siluetas, sus enormes paredes iluminadas y sus profundas sombras. De momento ha sido un tanteo breve, alguna mañana de excursión por las cercanías o detenido un instante en la cuneta de la carretera.
Mallos de Lazas en el Parque de Guara.
Mallos de Lazas. Picos de La Mitra, San Jorge y El Puro
Mallos de Riglos, desde la carretera de Ayerbe.
